Old school Swatch Watches

Existen muchas cosas que hermanan a España y Portugal, mas a absolutamente nadie se le ocurriría mencionar el café como integrante de la lista. El luso tiene fama de exquisito mientras que el de España recibe todos y cada uno de los menosprecios de los entendidos. Lo que se sirven en los bares y cafeterías del país no merece ni ser calificado de café, dicen. Mas si se dejan de lado sus cualidades y se piensa en la manera en la que se toma en ambos sitios, la cosa cambia.

Conforme la comunidad autónoma de España, el café se sirve y se solicita de una manera. Si el cliente madrileño desea tomarlo en taza deberá precisarlo o si no se lo servirán en vaso, al revés que en Cataluña. Ahí la taza por defecto es la de desayuno, no como en Asturias, donde el café con leche es igual de pequeño que el cortado. Si se quiere en taza grande, hay que solicitar un “mediano”. Estos son solo algunos ejemplos.

Los dos países coinciden en este aspecto. Porque en Portugal el café va a ser mucho mejor, mas para pedirlo asimismo hace falta una guía. Ante la irresolución, la contestación suele ser que no hay manera de fallar por el hecho de que su calidad está garantizada. Pero tampoco es plan de tomarse un expreso solo cuando lo que apetecía era una taza de leche ‘manchada’. Es cuestión de aprender por el hecho de que, atendiendo a la sabiduría popular: “donde fueres, haz lo que vieres”.

El café se popularizó en Portugal gracias a las relaciones con sus colonias, entre aquéllas que se hallaban Brasil, Cabo Verde o bien Etiopía. La afición social europea por esta bebida empezó en Italia, el otro referente cafetero en el continente: el primer establecimiento conocido como “café”, el Florian, se abrió en Venecia en mil setecientos veinte y todavía hoy prosigue marchando.

También hay otras versiones de la historia que apuntan a Londres como primera ciudad en tener una cafetería a mediados del siglo XVII, mas sea como sea, los que prosiguieron con la cultura del buen café fueron los italianos. Y los portugueses, claro.

Lo que marca la diferencia del producto luso tiene que ver con las fases de preparación que van desde el momento en que el grano es verde hasta el momento en que el resultado final llega al consumidor. El proceso de torrefacción y extracción es más lento que en otros lugares y se sirve en una taza específica, pequeña y alargada. Además de esto, la espuma he de ser densa y tener un tono avellana.

Ese es el mandamiento esencial de un buen expreso solo, si bien se puede llamar de diferentes maneras. Si se está en Lisboa, generalmente se pedirá una bica. Parece que el nombre viene de la frase ‘Beba Isto Com Açúcar ‘(Tome esto con azúcar en español) con la que la marca A Brasileña advertía del sabor amargo de su producto.

Pero si la barra del bar se encuentra en Oporto, lo que se va a ordenar será un cimbalino debido a que la empresa de cafeteras más habitual de la zona se llamaba La Cimbali. En el resto del territorio se puede demandar simplemente un café sin quedar de turista poco informado.

Ahora entra la leche en juego. Un pingado es el equivalente a un cortado en España. Meia de leite es el café con leche como se comprende aquí, con más o menos la misma cantidad de café que de leche. Pero también está el galão, que lleva un pelín más de café que de leche y se sirve en vaso largo. El garoto sería un intermedio entre el pingado y el galão, o sea, un pingado con un poco más de leche pero sin tanta como el galão.

La lista continúa. Si el cliente del servicio quiere un café aguado (tipo americano) la palabra que va a deber vocalizar es carioca. Asimismo existe la carioca de limão, pero no es café, sino una infusión de con corteza de limón natural. Y para las sobremesas es habitual el café com cheirinho, que en España vendría a ser un café ‘con gotas’, o sea, con algo de alcohol. En Portugal lo corriente es que sean de un aguardiente conocido como bagazo semejante a la grappa de Italia.

Con esta ¿fácil? guía ya se puede llegar a la barra de un bar portugués y pedir al gusto. Eso sí: los españoles deben entrenar su paciencia pues la elaboración de un buen café lleva su tiempo, nada de prisas.

A Brasileña do Chiado es una cafe torrefacto cubano portugués parada obligatoria en Lisboa, sobre todo para los amantes de la literatura y en concreto de Fernando Pessoa, ya que su estatua está ubicada en la terraza del establecimiento. Adriano Telles, mercader de café, abrió sus puertas a principios del siglo XX y durante años fue uno de los lugares de referencia de las tertulias de intelectuales. Ahora es más bien una atracción turística gracias a su historia y a su ornamentación estilo art déco, que queda muy bien en las fotografías.

En exactamente la misma ciudad está la cafetería-repostería Versailles, que se inauguró en 1922. La decoración va acorde con su nombre y además de buen café, tienen una pluralidad de repostería considerada como una de las mejores de Lisboa. También tienen servicio de restaurant, con lo que se puede tomar el menú completo, con café y postre.

Oporto tiene como representante el café Majestic, que es de la misma quinta que el Versailles. Se abrió en 1921 con el nombre de Élite, mas por año siguiente ya se llamaba Majestic, en una especie de estrategia de márketing para captar clientela escogida. Les funcionó y durante décadas su arquitectura art nouveau fue el escenario de numerosas tertulias literarias y acontecimientos culturales.

El negocio vivió instantes duros a partir de la década de los sesenta, mas en mil novecientos ochenta y tres se le declaró Bien de Interés Público y patrimonio cultural de Oporto. Puede presumir de haber tenido entre su clientela a conocidos tan conocidos como J. K. Rowling que, conforme su biografía, escribió una parte de su novela Harry Potter y la Piedra Filosofal en este café. En nuestros días es un sitio de peregrinación turística.

Tirando hacia el Algarve, se puede hacer una parada en el café Calcinha, en la ciudad de Loulé. Su nacimiento data de 1927 y su estilo propio de la Belle Époque recrea exactamente el mismo de un local de Brasil con el que comparte nombre. El principal impulsor de la popularidad del negocio fue el poeta António Aleixo que, como Pessoa en Lisboa, tiene una escultura en la terraza de su cafetería preferida.

En Coimbra la fama se la lleva el café Santa Cruz, que comenzó su actividad en mil novecientos veintitres, si bien la construcción en el que se halla es del siglo XVI. Antes de servir bicas y pingados asimismo fue una iglesia, una funeraria, una estación de bomberos y una ferretería. Durante el transcurso de los años la construcción ha experimentado reformas lógicas para su conservación mas no ha perdido ni un ápice de su espíritu renacentista.

Rui Nabeiro es el máximo representante del café portugués. Creó la compañía cafetera Delta, la más esencial del país, a principios de los años 60 y con el tiempo se terminó transformando en una de las personas más ricas de Portugal. La imagen de hombre hecho a sí mismo a base de trabajo duro se semeja bastante a la de Amancio Ortega en España.

En 2014 puso en marcha el Centro de Ciencia del café, un museo situado en el ayuntamiento de Campo Maior (que hace frontera con Extremadura). En él, los interesados pueden en conocer cuál es el proceso de elaboración del café luso y la historia del producto en el país, entre otras actividades.